viernes, 11 de octubre de 2013

Mensaje a la conciencia


Necesito despojarme del ocio, es impostergable hacerlo en  ésta primavera   señera he inaplazable, no puedo llevar una vida contemplativa, la inmortalidad del alma es algo relevante para mí, en consecuencia la fortuna no es tan necesaria en lo personal, en cada paso trazamos caminos cotidianos, el aire se desprende en cada palmo de atmósfera, las tardes se inventan mortecinamente al declinar el sol, transfigurándose al anochecer nos deja mensajes en lienzos de papel, las palabras, oleos, acuarelas, negrura donde se arrastra la noche.

Surgen seres sin fe, no logran cimentarla, parte de nuestra existencia está llena de culpas, de cruces que no sabemos llevar a cuestas, de arrepentimientos hechos a destiempo, nunca los sentidos. A veces lloramos en silencio, no podemos engañar a la conciencia y nos laceramos en silencio.

Caminamos por  vereda taciturna, camino sin vida, se comprende  al mirar hacia atrás.

Seguiremos adelante con certidumbre de no repetir los yerros y pecados  cometidos, en un verdadero acto de fe.

Alguien superior a nosotros desde lo alto lo ve y es capaz de perdonarlo todo. Tendremos la oportunidad de alcanzar los más elevados estados de la conciencia, la cumbre no resultará inalcanzable. Si no tenemos buena voluntad descenderemos a los mas bajos estratos y nos hundiremos en el cieno, por supuesto no será blanco, sino de peor color, de lastimero olor como el de los cerdos, esa es la verdadera condición humana, sus ventajas y la oportunidad de llegar a la cumbre.

Aprovechemos las horas de verdadera luz, los árboles caídos o reclinados  representan un puente entre el mundo imperecedero.

Espíritus libres de prejuicios, lejos de los osarios, no nos abandonemos a nosotros mismos, creamos, arrepintámonos de nuestros pecados, convirtámonos, entreguémonos al Altísimo.

Dejemos a esos burgueses indolentes, apartémoslos de nuestras vidas, no seamos mediocres de ideología, pensemos: Lo circundante  es aire, noche, bruma, éter, espacio, amanecer, la muerte llega a liberarnos y nos lleva a otros inframundos, pero no al fin, esperemos llegar a la inmensidad con  certeza  de que la cumbre no está lejos, allá nos veremos teniendo en cuenta que el hombre es un conjunto de fuerza  y debilidad, de luz y ceguera, de pequeñez y grandeza… de humildad.  

Proporcionemos afecto intensifiquémoslo a nuestros  semejantes, seamos compasivos cualesquiera que sea la idea que tengamos de Dios, Él representa una energía de amor en todas partes y culturas.

 

Canto sobre tu piel a través del papel

 
Debe ser éste canto para ti, completo,
como aire que pasa,
 derriba las espigas y golpea las flores.
Este es el canto a tu cabello largo y
bruño como la noche,
manto custodio de tus hombros;
 de tu figura.
Charco donde corre una esquirla de sol
y se queda anclada para siempre.
Del agua salen mis manos con peces adheridos,
llenos de arena, sílice y un poco de mar.
Ese canto nos hace ver hermosos.
Las penas y el aire de la ciudad no son alegres,
por tantas personas taciturnas,
por tantos vagos desamparados,
por tantos niños de la calle.
Yo le canto, a tu mirada,
a esa luz que mantienes encendida,
 es mi dicha; ingente ilusión.
No la puedo comparar con un río,
porque sería demasiado caudalosa.
Este canto es para tu boca grana;
 incendia las estrellas.
Canto a tu lengua, donde descansa tu boca;
es la chispa del deseo.
Siento tu cuerpo besado todo el día.
Canto a tu bajo vientre; de una real hembra,
manantial de bronce.
Tus piernas son fruta; pueden morderse,
siempre serán nido de mis manos,
donde los zanates se volverán bellos
y dejaran de ser azul negro.
Te podría seguir diciendo hasta donde llega mi canto,
desde tus pies pequeños, tus uñas
y a otras tantas partes.
Todo es fruta, ámbar comible.
Prefiero escribir este canto sobre el blanco papel.


jueves, 10 de octubre de 2013

Tango

 

Siento el movimiento

andares permanentes

cruzan el rumor del vuelo.

Depositas tus pasos en mi pecho,

tu cuerpo universo completo.

Percibo tu cadera…

bajo sirgos otoñales invisibles

corazón oculto en el  pecho

tus senos volcanes que lo ocultan.

El piso dormita entre nuestros pasos

se desbardan los aromas.

A lontananza se escucha Gardel

se desdobla la melodía

Volver luego La comparsita.

Te imagino alta, de músculos precisos

eres catedral de mis horas oníricas

Madrileña de larga falda

ojos cálidos, despierto mirar,

muslos melodiosos, diestros

silueta sonriente en vesperal movimiento,

 talle alto, senos sabor durazno.

Luden las teclas y el violín

al compás del péndulo

incesante flameo de tu orla oscura

tacones, incansable, brusco rasgar

de guitarras.

Tafetán adorna tu falda

cubre y descubre

perfectos adivinados muslos,

carne intocable a muchos.

Sueño que te abrazo y te pierdo.

Brazos suaves, sonrientes,

omóplato ardiente.

Aspiro la humedad de nuestros cuerpos.

Catedral, erguida columna.

Es tu baile motivación de mis sueños,

ante melodía de humo que

tácitamente dice:

Fumando espero…

Éramos tú y yo

Éramos tú y yo
 
Antes que el viento fuera soplo y
la montaña tuviera cúspide…
Éramos tú y yo
 
Antes que la luna y las estrellas
brillaran en oscura noche…
Éramos tú y yo.
 
Antes, mucho antes…
 
Antes que el bosque tuviera
meandros, flores, corola, tallo y
la rosa aroma…
Éramos tú y yo.
 
Antes que la campiña fuera
hierba, verde musgo, y
la meruca fuera café…
Éramos tú y yo.
 

jueves, 3 de octubre de 2013

No des el corazón...

No des el corazón… lo puedes perder.
En férvida caricia provocada por un beso,
en suaves labios de enamorado.
Eres isla desierta,
trémula caricia prisionera, inhabitada,
el sol no toca con sus fulgidos destellos
tu nítida piel.
No des el corazón… lo puedes perder.
En alucinada hora de caricias,
en furtivos escarceos.
Si apuestas a la suerte
perderás el corazón,
en noche de amor y sueño.
No te entregues en voces calladas,
que se pegan a los labios.
Mis manos recorren las tuyas
en caricia secreta.
Se ilumina tu mirada soñadora.
No des el corazón… en la hora del ansia,
en noche silenciosa, lenta,
triste o callada; lo puedes perder.
Atempera el movimiento y
forma tu silueta:
Polvo, aire, soplo, canto,
música de viento.
No des el corazón…
A cambio de un medroso verso
escrito apresurado; lo puedes perder.
Te descubro cada día,
en cada hoja
que deshoja el tiempo.
No des el corazón…
Hasta encontrar el amor…
Llegará en silencio
en espuma, en espejo…
En tiempo de arena,
al borde del umbral del sueño.
Con frases sucesivas…
interminables palabras de amor.
Llegará a tu cuerpo discreto,
a tu mar sin surcar
a los barcos perseguidos.
Cubrirá la cariátide de tu silueta,
el ubérrimo manantial donde fluye vida.
Lejos de amaritud  de la existencia,
del acíbar de palabras pronunciadas,
como venablo.
¡Sólo entonces… entrega el corazón!