Agradecimiento
imperecedero
Por.
Isidoro A. Gómez Montenegro.
La
voz se ha marchado, queda la garganta agotada y los ojos secos. La verdad
adelantó la inminente partida, de mi madre María de la Luz Montenegro Torres, lívido ángel, entre multitud de arcángeles,
serafines y querubines.
La
zozobra conserva el recuerdo de su voz, el viento de la tarde eleva los
suspiros del ocaso, se levanta el invierno de infortunio y se eleva la
esperanza, sé que alguien de lejos me envía consuelo.
Somos
los que pernoctamos temporalmente en este plano terrenal, todo hombre siendo
honrado debe dar las gracias a quienes fueron solidarios a distancia, a través
de las redes sociales, a los amigos, a
los familiares, a mis hermanos de “Escritores Veracruzanos A.C.” y sus
delegaciones, a éste distinguido Diario, a los periodistas, a la Casa del poeta
peruano, a su Presidente, al Director de la Revista “La Alcazaba”, a sus
colaboradores, a EDSEGOVI, a Poetas sin fronteras, a la Presidente del DIF de
Cosoleacaque y a tanta gente que puso a mi disposición ayuda.
Fue
la fortaleza moral sentir sus manos en mi pecho adolorido, desde Minatitlán,
España, Perú, Colombia, México y demás partes del mundo.
Ante
una tumba triste, cerrada herméticamente, tomé la palabra, con el exordio y el
poema “Anunciación” y dije hasta pronto a la mariposa aurea, frágil, a la que
no volveré a ver, ni el cuarto azul que guardó su agonía y el rosario de sus
manos.
Madre,
tu vívido recuerdo me acompaña en esta
mañana de pájaros trémulos, donde la lluvia atiza, entre arena y hostia para
ser eternos.
Se
acerca la época ancestral del carnaval, no brotan las palabras por mi agotada
garganta, os doy las gracias por sus condolencias, muestras de afecto y
solidaridad, que resuene mi mensaje como canto herida que aún duele.
Al
no poder abrazarlos personalmente que la luz del Gran Arquitecto del Universo
los colme de salud, abundancia, confianza y esperanza.
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