Testamento
a mis nietos
Por. Isidoro A. Gómez Montenegro.
A
Elena, mi Elena Garro, mi Elena Paz, te dejo el ejemplo de la lectura, de
escribir poesía, como aprender a usar las palabras, la palabra es luz, Fiat
lux.
A
Bryan el recuerdo de los escasos juegos que compartimos, las películas de seres
inexistentes, un vago recuerdo de aura de vagabundo solitario.
A
Camila, mi Marenka, la cuarta parte de mis libros, lo que tuve y ya no tengo,
el tiempo que se me ha ido de las manos como agua cristalina y pura, escurre entre mis dedos sin poder
detenerla.
A
Brandon, el anhelo de verlo crecer igual que Camila, de recorrer los andadores
llenos de árboles que me dejan perplejo, las monedas de plata y níquel que
fueron de tu bisabuelo, el amor interminable… tal vez no pueda demostrárselos. Largos
días de espera, pienso cómo serán a quién se parecerán, guardo las anécdotas
que no podré contarles, las figuras arqueológicas y mis libros, les dejo el
amor intangible que describo en cada poesía escrita.
A
Joyce, las figuras de barro negro, las tejas, el izcuintle de barro, los cromos de Frida Kahlo, las melodías que
escucho y todo mi amor.
A
Mateo el último hasta hoy, de ti me llevo tu sonrisa, tus travesuras, tu
inquietud por caminar, tu amor por los animales, me llevo de ti más que lo que
te puedo dejar, desde mi corazón muchas cosas nacieron, en fin no dejo mucho,
no sé si supe ser buen padre o buen amigo; les dejo la bondad de mis pocos
amigos, el aire que no me pudo derribar a pesar que tantas veces acarició mi
piel, los colores del jardín de mi abuela Engracia, las plegarias que cada
noche rezo por mi madre.
Me
voy sin ningún afán, sin ninguna pretensión, no me considero un pobre diablo,
pobres aquellos que se preocupan por tenerlo todo, lamento no poderles enseñar
a cazar estrellas, ni enseñarles las cosas tan extraordinarias que vi, tantas
perlas en las ostras que comía, los unicornios azules que cabalgaron en mi
corazón estival, tal vez no dejo nada porque nada tuve, o tuve demasiadas cosas
en mi imaginación, os aseguro que fueron hermosas.
Me
voy con los zapatos más nuevos y la ropa más sencilla, una hoja para escribir,
mi pluma de inacabable tinta. Me he olvidado de repartir mis pinturas y
acuarelas, no sé si escriba otro libro o vuelva a sembrar un árbol, si no lo
hago ustedes háganlo por mí. Su abuelo que los quiere y no sabe a dónde irá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario