Debe
ser éste canto para ti, completo,
como
aire que pasa,
derriba las espigas y golpea las flores.
Este es
el canto a tu cabello largo y
bruño
como la noche,
manto
custodio de tus hombros;
de tu figura.
Charco
donde corre una esquirla de sol
y se
queda anclada para siempre.
Del
agua salen mis manos con peces adheridos,
llenos
de arena, sílice y un poco de mar.
Ese canto
nos hace ver hermosos.
Las
penas y el aire de la ciudad no son alegres,
por
tantas personas taciturnas,
por
tantos vagos desamparados,
por
tantos niños de la calle.
Yo le
canto, a tu mirada,
a esa
luz que mantienes encendida,
es mi dicha; ingente ilusión.
No la
puedo comparar con un río,
porque
sería demasiado caudalosa.
Este
canto es para tu boca grana;
incendia las estrellas.
Canto a
tu lengua, donde descansa tu boca;
es la
chispa del deseo.
Siento
tu cuerpo besado todo el día.
Canto a
tu bajo vientre; de una real hembra,
manantial
de bronce.
Tus
piernas son fruta; pueden morderse,
siempre
serán nido de mis manos,
donde
los zanates se volverán bellos
y
dejaran de ser azul negro.
Te
podría seguir diciendo hasta donde llega mi canto,
desde
tus pies pequeños, tus uñas
y a
otras tantas partes.
Todo es
fruta, ámbar comible.
Prefiero
escribir este canto sobre el blanco papel.
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