El
sonido de tu voz
Por. Isidoro A.
Gómez Montenegro
Agonizante
sonido de tu voz se funde en el céfiro, al cambiar el viento de lugar.
No se rompe, se
parte el viento en ráfagas en sal blanca, desmenuzada. Cambia el color de la
voz, iluminas mis instantes, en nosotros respira el Universo. Nos cubrimos de
la intemperie, del intemperismo que erosiona las horas.
Envejecemos
juntos irreversible e ineluctablemente, vamos cerrando círculos, seguimos
atrapados en sucesos.
Compartimos la
palabra, sabemos que el amor arrastra materia.
Precipitándose tu voz llega al cielo, tu transparencia sombrea
la entreverada vista de grutas, palacios desolados, resplandor de recuerdos.
Calles
perpetuas, yuxtapuestas, pisadas desveladas por ecos y voces de viandantes.
De madrugada, habrá
un punto en que dos cuerpos no se toquen,
ritmo concurrente de permanecer juntos.
Nos desplomamos
en este Universo escrupuloso, simiente mundo en el que nacimos…creímos, no hubo ofensa ni defecto, fue el hilo
delgado de la fiesta de luz.
Pido piedad por
nadar en las aguas de tus ojos amado Padre Celestial.
Solicito una
oración, pienso; todo empezó con la integridad del árbol, luego la manzana.
En el Universo
juntos, río de conciencias invisibles silban por bulevares del cosmos con
limpia benevolencia.
Iré a la
eternidad, mi voz alimentará caricias anidadas en tu bahía.
La juventud
traslucida fue consumiendo fulgores de vida, ya no podré indagar el balcón de
tus sedas, conozco tu numen; mi inmadura inteligencia de poeta, quiere iluminar
estrellas con metáforas ya derruidas.
Quedará el
vestigio innato de tu voz agonizante, nadie sobrevive esto.
Es bueno que
haya buenas conciencias y homenajes por la paz, la libertad y el amor.
Me despido en
adioses de alientos mágicos, de los que nos amaron.
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