Herido ha pasado el aire
pocas veces, ha ratos,
como una clámide o aúllo.
Entre rama y rama,
hoja seca madera y rododendro
a lo lejos la alta serranía umbría,
tocada apenas por aletargados
displicentes
destellos de sol.
¿Me habré ido esta primavera o para
fin de año?...
Solo para los que han recorrido los
meandros
por los que yo he andado.
He sentido el filo del aire en mis
carnes,
la humedad del viento, en febril
calosfrío
como premonición; sé que nada puedo
atesorar.
He de fugarme hoy que llueve, en contra
de un
resquicio en la lluvia para
esconderme.
Me fugaré definitivamente, ignoro si
alguien
pueda volver a acomodar mis manos
como cuando dormía.
Hasta que el último alcaraván muera
mi voz se volverá susurro con el
viento,
como un toque que da el tiempo a
cada ser humano.
Se llevará el grito burlón el
escarnio del abusivo
que canallescamente actúa,
el rumor donde van a quedar
sembrados en los osarios.
Herido el viento se llevará…
mis frases poéticas que a veces
escribo a alguna mujer
que fue formada de sal y espuma;
encogida como un hada o Nereida.
O alguna otra mujer hecha de hiel y
amargura
aquella que dejó unas lagrimas
como un marinero deja un beso en
cada puerto y se va.
El viento, su canto, su ritmo, su
toque apaga la vida,
apaga la llama, anuda las voces,
irónicas,
mordaces de los ramplones quienes
hacen
escarnio del árbol caído.
Disgregando aquellas risas de mis
días colegiales,
Dios escuchará alguna vez mi cantar.
Herido el viento lo lleve a surear,
Como arrullo o lamento lloroso diré:
Simplemente que he venido a cantar
desde un cementerio.
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