Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
En
“Antecedentes genealógicos de Alfonsina Storni”, escrito por Carlos Alberto
Andreola. Se demuestra que la poetisa ascendía de la casa italiana de los
Storni y no suiza. Los manuales informan que Alfonsina nació el 22 de mayo de
1892, en Sala Capriasca, en el Cantón Ticino de Suiza, indica también que se
naturalizó argentina el 9 de noviembre de 1920. Ella aboga por la realidad de
que su nacimiento tuviera lugar en un navío italiano, en un viaje de sus padres
a Italia. Tal vez de ahí su pasión por el mar.
Nace en la
época donde la discriminación femenina esta a la orden del día. Así se siente,
producto de milenios. Milenios de mujeres oprimidas, silenciadas, maniatadas,
tal si vivieran en la Casa de Bernarda Alba. Su Soneto “Pudiera ser” marca esta
historia colectiva.
En la
adolescencia confió en el amor y fue traicionada. Dio su virginidad, su ternura
quedó en sus brazos de madre soltera. El seductor la abandonó. Le dejó en el
vientre un diamante. Alfonsina inició el camino del calvario.
Siente en la
piel el dolor de la opresión de una
casta pretérita, Su voz desciende a millones de mujeres desaparecidas, rompe el
silencio sepultado.
Con ella
comienzan tiempos modernos. Su poesía vibra. Es fundadora de la emancipación
femenina en América.
Alfonsina es la
mayor lirica, fue llama pura de sinceridad, devoró los andamiajes de su
intimidad. Su calor fue incomparable. La mujer europea no alcanzó tanta
espontaneidad.
Estrella
lúgubre se autodefinió, amor incendiado, sin el encuentro efectivo con el otro,
no es vivir. Alfonsina desvive el amor, al menos el amor con el que siempre
soñó y solo poseyó en sueños. Un desvivir de esta naturaleza es un camino hacia
la muerte. Permanente insatisfacción, agrio descontento hay en sus versos. Busca
el amor desesperadamente en los ojos de los hombres, al mismo tiempo detesta su
flaqueza, de no ser correspondida, esclavitud aceptada con sorda rebelión íntima.
En “Ocre”, el hombre: amado, odiado, cruel enemigo de la mujer. Sentimientos de
atracción y desprecio, de sumisión y rebeldía.
No hay en
nuestra literatura un alma tan atormentada como la de ella. Sufría hondamente
cosas que no hacen sufrir a otras mujeres. Dolor había en su alma, era… ¡tan
humana! Tenía sentido trágico de la vida, del cual no creo dada la tristeza de
su final, que se hubiera atenuado con los años. ¡Para ella; era la vida una
tragedia!
Apasionada del
mar, persiste a lo largo de su poesía de todas las décadas, es tan grande su
pasión que decide entregarse a él, en una muerte voluntaria. Antes de partir a
su destino final escribe: “Voy a dormir…” y una carta a su amigo el famoso
novelista Manuel Gálvez (1882-1962) “Querido Gálvez: Estoy muy mal. Por
favor…mi hijo Tiene un puesto municipal, yo otro; ruéguele al intendente que lo
ascienda, acumulándole mi sueldo. Gracias. Adiós. No me olviden. No puedo
escribir más. Alfonsina” Algunos dicen que se suicidó por el cáncer que
padecía, otros por “la enfermedad de su alma”.
Lo cierto es
que escoge el Mar del plata, atraída por él, lo amaba, creía que había nacido
en él. En sus brazos quiere sentir la muerte. Al día siguiente entrega a la
orilla y a las rocas su cadáver. Estrella lúgubre o estrella de mar sigue
iluminando su poesía.
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