El mar
golpea ruidoso la orilla,
valladar indescriptible de indiferencia,
se irguió
como muralla
de
imponderables circunstancias,
bloqueó mi intención
de sorprenderte con mi voz.
El viento
con silbos y ráfagas
sacude
palmeras, árboles.
Almas perdidas,
golpean la
orilla de arena.
Escanciadas
conchas nácar
quedan
incrustadas.
Espuma
viene y va.
Esculpe el
aire figuras,
formas
desnudas, ante rayos
que
indubitable nos regala el sol.
Es tiempo
de olvido…
de
remembrar,
tu silueta
reflejada
en espejo malaquita.
Tus ojos de
ondina
recién
salida de crestas índigo del océano.
Sirena de
ensueño,
de senos
urentes al viento,
canto de sortilegio,
mitad mujer
mitad escama.
Bajo tu
ombligo; génesis de la vida,
principio
del mundo,
gotea agua
sal y océano cerúleo,
espejo que
refleja nubes errabundas
como mi
vida
– agua azul
zafiro.
Estúpida
roca desierta
dividió
nuestro mundo a golpe de mar,
continuos
silbos del viento.
Canten
ángeles acuáticos,
denos la
anunciación,
nuestra
imagen permanecerá al margen,
dividida,
separada.
Triste
sonar de laúdes.
El valladar
de indiferencia,
quedará
como recuerdo
de la
criatura
mitad
mujer, mitad escama,
fue sortilegio, se convirtió en evocación.
Mis pies se
hunden en la humedad
de la
orilla en ese mar de roca
ceramita de
una tarde taciturna.
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