Escucho voces
quedas del recuerdo… de melancolía, con flojera de despertar a los timbrazos
del teléfono. Una noticia que no quería recibir, ineluctable, era mi madre
llorosa, pasadas las seis de la mañana llamó para decir que mi padre había
muerto. La mandó a dormir a las 2 de la mañana, también a mi sobrina, diciendo;
estoy bien. Un 31 de diciembre en cama ortopédica, colocado de manera que
pudiera respirar bien, la mascarilla de oxígeno y un aparato para sacar las
flemas.
Ni gritos, ni
gestos de desesperación tenía cuando llegó la ambulancia, quedó reclinado sobre
el pecho con la mascarilla puesta. Aceptando la muerte como llevó la vida, con
valentía. Me platicó mi hermana que cuando subieron a la ambulancia una
anestesióloga pasaba por el lugar, trató de reanimarlo, lo entubó.
Ya había muerto.
Conservé sus últimos zapatos por un tiempo, una camisa y un suéter que aún uso.
El reloj que usó los dos últimos años de vida, que yo le había regalado, se
detuvo en el tiempo, igual que su vida.
Cuando llegamos
a vivir a la Unidad Nacional en Cd. Madero, plantamos muchos árboles,
framboyanes, árboles mágicos y bermejas flores, un ciprés ya no existe
construyeron un gran spa e hicieron un estacionamiento, en los terrenos de mi
abuelo.
El cáncer que
agobió a mi padre no fue causa de su muerte, murió de paro respiratorio, a pesar
de las enfermedades se empeñó en bajar de la cama, para poner un adorno en el
árbol de navidad.
Un 4 de abril
día de su cumpleaños, platicó que de niño le regalaron un burro en su tierra
natal Guadalcazar, S.L.P. En la época de
la Revolución el nació en 1913 veía como escondían el frijol, el maíz para que
los revolucionarios no lo encontraran, no podían evitar es que se llevaran a
las mujeres y a los jóvenes, a pesar que el mayor de sus tíos, el tío Silvano,
los repelía con un viejo máuser, los tíos Margarito y Aurelio cuidaban a las
mujeres y a los niños. Comprendo porqué ellos tenían una pistola en casa.
Sobrevivieron a las calamidades de la
época.
Huyeron hacia
Tampico, en el viaje se desvaneció mi abuela Mariana, quedó sepultada en
Tamuín, S.L.P. al igual que ella 7 de
sus hijos murieron por la peste, sólo mi padre quedó vivo y siguió el camino
con sus tres tíos. A tan corta edad mi padre vio morir a su madre y a sus
hermanos, vio como se les caía la piel a pedazos.
Llegaron a Cd.
Madero, trabajaron en el ferrocarril, después en la Compañía “El Águila”.
Un día
caminando por San Juan de Letrán en la Cd. de México, me mostró el Café de los
intelectuales en donde conoció a Renato Leduc.
Me dijo que fue
Secretario del Interior en el Ejecutivo Nacional, visitamos librerías del rumbo y como siempre compramos
algunos libros, desayunábamos en el Café La vaca lechera, que ya no existe,
visitamos varios Museos esa vez conocí la pintura de Saturnino Herrán. El Museo
de Antropología e Historia, me explicó el porqué Cortes tenía las rodillas
hinchadas, era por la sífilis.
A su lado escuché
a Heberto Castillo, mi padre perteneció al Partido Comunista, después al
Socialista. Viajó a los países que adquirieron ese modelo y enviaba sus artículos
al Presidente de la CETAL, al Lic. Lombardo Toledano.
Colaboró en
Siempre, Sucesos, Porqué. En el periódico El Mundo de Tampico, era
Editorialista ahí se publicaron sus artículos “Un tampiqueño en China”. Fue
corresponsal Del Día y de la Revista Tiempo por la amistad con Mario Gil. Conoció a Martín Luis Guzmán, Secretario de
Francisco Villa. En esa época Director de la Revista Tiempo.
Mi padre dejó
un legado de más de 4,000 libros, entre ellos pasé mi infancia y adolescencia
maravillándome por lo que leía.
Conservo un
busto de bronce de Carlos Marx, una figura de Napoleón. Varias figuras
arqueológicas encontradas en la Huasteca, una taza de porcelana china que le
regaló a América, un cenicero que trajo de uno de sus viajes. Los documentos de
cuando quedó de planta, me los dio para conseguir el acuerdo 53/89.
El viento
respira aire, como tañer del eco, tengo en cuenta que el hombre es polvo, su
alma busca un lugar apropiado donde ir. Desde esa luminosidad adorado padre,
donde hay infinitos ángeles alados que mi pensamiento no altere la paz
celestial donde moras. Libre de prejuicios, quedaron encarnados en la tierra.
Entre tantos
devenires nos volveremos a encontrar, los que te amamos y siempre te amaremos,
tus hijos.
Gracias a ti
aprendí a utilizar el cálamo y la
palabra escrita.
Escucha a
distancia la elocuencia muda de mi dolor padre mío, al recordarte.
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