jueves, 11 de julio de 2013

Preludio podrigorio

Sé que no he sido compasivo.
Me busco de alguna manera entre los osarios y esqueletos,
en las lenguas viperinas de mucha gente,
entre los cocodrilos que comen y derraman lagrimas.
Amortiguado, bien mullido de iras,
doblo la esquina y me escondo,
con esperanza sangrante, trato de verte,
más no lo consigo, ¡no sé si me recuerdes!,
me vuelvo indigente.
Te devuelvo las cartas quemadas por el olvido,
las largas horas que pasamos en la habitación,
mas bien en el cuarto pequeño
de paredes despintadas, con tu espejo quebrado,
las laminas de cinc con anuncio de cerveza descoloridos,
ahí nos quisimos, recuerdas…
¡Todos los ensueños que bordamos con las falanges!
Los postigos que quedaron cerrados,
hoy vivo en otra casa, con ventanas y marcos azules,
ya no soy el mismo, tengo copiosos años.
De mí solo quedan despojos y amarguras,
dejé de pensar en buscarte
¡No, no lo hice!, no pido compasión,
la vida cobra altas facturas.
He empezado a tener recuerdos benditos o malditos.
Las hojas devaluadas caen por el tiempo,
¡Aquí sufrimos!, ¡Aquí amamos!,
pagamos lo que hicimos, aquí devolvemos lo dado.
Tampoco extraño aquel cuarto, otros olores fermentados,
los de mis orines,
en fin; ¿Qué importa si muero sin paraguas?,
ahora que es tiempo de lluvias ¡Sí ya estoy mojado!,
¡Me he vuelto ajeno a tantas cosas!,
la soledad ya no sabe a vidrio
y la venganza se sirve en plato frio a esta edad,
con una aporía para nada inane
ya no puedo ver cráteres de estaño donde antes había rosas,
deja que la sangre que transita por mis venas se vuelva oscura.
Déjame vivir en esta soledad mientras dure.
La ligereza de la edad es efímera…
Gozamo


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